El Inter volvió a lo más alto de Italia. Certificó este lunes un ‘Scudetto’ más que merecido, el vigésimo, que pasará a la historia del fútbol italiano por ser el primero que se decidió en un derbi gracias a los goles de Francesco Acerbi y del francés Marcus Thuram, que dejarán una marca imborrable en la historia del Milan, impotente ante su gran rival.
El heredero del increíble Nápoli es el todopoderoso Inter. No dejó atisbo a la duda el conjunto de Simone Inzaghi y cerró el debate en la primera opción matemática que tuvo. Solo le valía la victoria y la consiguió a lo grande, doblegando sin contestaciones a su máximo rival, muy tocado tras este partido pese a unos últimos minutos de pelea.
Porque sus posesiones tuvieron mucho más sentido que las del Milan, a merced de la improvisación con el experimento que planteó Pioli al colocar a Leao en la punta de ataque. Desaparecido el luso en el comienzo, tuvo en sus botas una contra que obligó a Sommer a intervenir.
Pero el partido estaba de cara para el Inter, lo tenía donde quería. Y tuvo las ocasiones. Thuram, que estuvo gigante, fue el primero con un mano a mano un tanto inesperado en el que no se animó a definir. Se vino arriba la parte interista de San Siro y el Inter respondió con el gol.
La apertura del marcador
Fue Acerbi, curiosamente un exmilanista, el que remató a placer en el área pequeña de Maignan, libre de marca tras una peinada de Pavard. Detalles que han hecho al Milan inferior a su rival durante toda la temporada. Celebró el seguidor ‘nerazzurro’, pero Inzaghi quería más. No quería dudas. Y el Inter continuó con la carga.
Lautaro fue el siguiente con un remate que no acertó a embocar por la potencia del centro y el césped resbaladizo por culpa de la lluvia constante. Volvió a aparecer Thuram para definir una contra con un disparo al palo. Ahí tuvo el segundo gol el Inter, pero no cerró el duelo, que vivió en los últimos minutos del primer tiempo un ida y vuelta que dejó dos grandes paradas de los metas y la sensación de que todavía quedaba mucho por decir.
Un espejismo que se esfumó rápido. El Inter quería ser campeón ante el Milan, avergonzar a su rival a toda costa. Y en apenas cuatro minutos lo consiguió. Thuram, quién si no, el mejor del partido junto a Calhanoglu, sacó un derechazo desde la frontal para superar a Maignan y dejar el duelo visto para sentencia.
Tiró un desmarque en banda, aguantó el balón de espaldas, se giró, condujo y definió. Un completo de este ‘9’ que acaba de llegar al Inter pero que paree que lleva años jugando con la camiseta ‘nerazzurra’.
Se fundió en uno el equipo con la afición, que empezó a bordar la segunda estrella en sus camisetas. Salieron a relucir las famosas linternas de los móviles en la grada campeona, como si de un concierto se tratara.
Porque el Inter no dio ni un solo síntoma de dejar escapar el título. Fue una roca en defensa y peligroso en ataque. Barella, Calhanoglu y Mkhitaryan flotaron por San Siro como quien se sabe superior e incansable en una situación única y, probablemente, irrepetible. Bastoni, Acevi y Pavard no concedieron lo más mínimo a un Leao frustrado. Y Thuram y Lautaro rotaron constantemente para volver loca a la zaga milanista. Un engranaje perfecto que funcionó en el día más importante.
El Inter es el merecido campeón del ‘Scudetto’. Acerbi y Thuram lo certificaron, pero un título coral de un equipo que puso el talento individual a merced del bien colectivo desde el inicio. Y cuya recompensa es que será un equipo para la eternidad, recordado por haber conquistado el título ante el Milan, en un ‘Derby della Madonnina’, humillando al máximo rival, por vez primera en la historia del ‘calcio’.